Decía un amigo...
¡Todo es sensualidad!
Y en mi entendimiento puedo agregar...
¡Todo es como un cuerpo de mujer!
Y no es porque sea un libidinoso empedernido
o irrespetuoso. Que quiera convertir mis pensamientos en letras, inspirado
acaso, en un recuerdo, una anécdota, una mirada fugaz, un relato de alguien que
se enamoró perdidamente o mis experiencias pasadas.
También confieso que me gusta contemplar las fotos del universo. Esas galaxias que por millones hay ahí afuera, esas estrellas lejanas que por la noche brillan o bien los colores de una nebulosa generadora de estrellas. Maravillado de comparar la cita bíblica de las moradas del Padre. Extasiado de soñar despierto.
La vida la hemos vivido, hablo en plural
porque seguro estoy que nadie escapa de ello, no somos rocas establecidas para
siempre y creo que ni ellas. Poco a poco, grano a grano se van se van esfumando
del lugar donde estaban. Quizá parar en una playa donde las olas del mar les
darán movimiento, tal vez en un desierto para ocultar los seres vivos que lo
habitan. Tal vez se integren en una fruta desprendida de un árbol y después sea
saboreada por una hermosa mujer.
Esa que sus manos se mueven como
mariposas de colores, aquella que hilvana tejidos de sueños cercanos a mi
mejilla, la que una vez besé y que desde entonces recuerdo lo dulce de su beso.
Pero fue el único, se fue, partió lejana, dejando tras de sí los suspiros de
este tonto enamorado.
Desde niño me gustó leer, no fui bueno
en el estudio lo confieso, no como me hubiera gustado, sin embargo, las letras
me llegaron, escribía poemas para novias que nunca supieron que lo eran o
cartas de tristeza por su desinterés de mi amor inexpresado.
Gran descubrimiento fue, cuando por fin acaricié una hermosa piel de mujer. Después se volvió vicio. ¿Está mal que lo diga?
Con ese vicio, vinieron amores, amigas,
cercanas y lejanas, hoy les escribo. De algunas conservo su recuerdo, trato de plasmar
ideas de lo que pudo ser y que nunca ocurrió. Pero en este soñar despierto me
excedo, imagino que revoloteamos al sol entrelazados, no pongo sus nombres para
no ofender, les muestro mis ansias, ya viejas, que deseo expresar antes de mi
viaje final.
¡Vendrá este viaje!
En alguna parte del universo también hay
quien desea que no lo exprese, desea que mis letras sólo sean para ella quizá.
Hace mucho, tuve un amor, un amor
apasionado, al principio se veía hermoso, por alguna razón se convirtió en un
infierno. Cuando empezaba a declinar, cierto día ella fue a mi casa, se puso a
ver mis libros de escuela y en una página encontró un corazón dibujado y con el
clásico "Petra y Juan"
Esa fue la razón por la que se levantó,
buscó una pluma y empezó a grabar su nombre y el mío en cada hoja, de cada
libro, en un frenesí inexplicable. Hasta que se cansó. Mas tarde, al llegar a
casa, me dijeron que había ido y que estuvo haciendo eso. Hoy los libros ya no
están, se fueron a habitar una biblioteca y jamás he vuelto a leer sus
corazones de posesión.
He sido hasta cierto punto libre, he
tratado de tomar mis responsabilidades mundanas y con mis letras he logrado
escapar de ello. Crear un mundo donde nada me afecte, nada violente mis sueños
que aún conservo. Ya sea en esta vida o las que sigan, si es verdad eso que el
maestro Jesús decía. Y si no, entonces lo habré vivido como me satisfizo, lo
habré vivido inexacto, imperfecto, lleno de errores y criticable.
Hay quien piensa que puede ser una tontería todo esto, pero ¿quién
no hace un balance de las cosas y encuentra todas sus equivocaciones?
Por eso, no me voy a censurar, seguiré escribiendo a esa novia que
se fue, a ese amor inexpugnable, a esa mujer de ojos grandes y dedos largos, a
aquella de pies perfectos, a la que me dio el tercer beso o la que nunca le
dije nada. Porque censurar al escritor, aún con sus humanos defectos, es
censurar a la inspiración.
¡Quién
atrapa al viento!
A.R. Barrios
Veracruz, Ver. 23 de septiembre de 2020