EL ENVOLTORIO O ESTUCHE
Existen
diversas clases de envoltorios.
Por ejemplo, en los tamales,
los hay de hoja de plátano para los de masa. O bien con hojas del elote para
los tamales de maíz. También hay envoltorios para la barbacoa, donde se utiliza
una fina película de la hoja del maguey.
Así,
muchos alimentos son cocinados y en su preparación se usan envoltorios para
ello. Logrando así, un guiso de delicioso sabor, que la gente paladea o bien,
algunas veces, lo deja de lado por su mala preparación.
Cuando se va a hacer algún
regalo, también se usan envoltorios, aunque últimamente han derivado hacia las
bolsas de papel Kraft por aquello del reciclaje. Usaban hace mucho,
papel de china, papel de estraza, hojas impresas de colores con un moño final,
para que al abrir fuera una sorpresa agradable para el receptor. Dentro se
contenía el preciado regalo, mismo que valía dependiendo de quién lo recibía o
del bolsillo del obsequiante.
Hay cubiertas o envoltorios
para todo.
De la misma forma, sobre el
planeta tierra, todo ser vivo, tiene su envoltorio.
¡Su cuerpo!
Un estuche de diversas formas,
tamaños, colores. Los hay altos, bajos, rubios, negros, morenos, gordos, flacos,
escamosos, largos serpenteantes, emplumados, robustos o delgados. Todo cuerpo
es un estuche temporal.
En los animales, es solo su
representación de especie. Ave o cuadrúpedo, reptil o pez. Pero en los humanos,
esta clasificación es bastante curiosa. A fin de cuentas, el libre albedrio nos
distingue de los animales. Pobres animales, no conocen la soberbia.
La piel nos determina la raza,
pero también el continente y país. De esto han nacido odios y complejos de
superioridad. A la vez, el idioma, nos diferencia de otros humanos, swahili o
inglés, español o mandarín, y entonces los cerebros dedicados a inyectar
divisiones especializadas en humanos, inventan más.
Que el color de ojos, que la
clase social. Hasta barrios donde habitar. Lugares para los negros, barrios
para blancos o judíos, o más exigentes, fraccionamientos o clusters ahora,
con vigilancia y detectores de acceso (por tu seguridad) donde únicamente la
élite de cada ciudad, de cada sector, puede vivir. A costos elevados para
evitar así la llegada de los menos favorecidos económicamente.
La división continua pues lo
hacen ahora por género, sexo, profesiones, equipos de futbol, síndrome de
aspergen o Down, o porque se vacunó o no. Con pasaportes diversos. Un
ganado controlado y dividido. Con motas en la piel como vacas holandesas o de
piel rubia como el ganado Charoláis. En fin, esto nos dan como mundo.
Lo tragamos, lo aceptamos.
Pero
al final del camino, la edad, nos centra bien. Observamos a la gente, sus
esfuerzos, sus cariños y bondades. Vemos si su vida es buena o mala. Parecen
tener imágenes publicas respetables, pero en lo privado todo cambia. Nada es lo
que parece. Y es que la soberbia nos lleva de la mano, lo económico se nos sube
al cerebro, la piel también, el lugar donde vivo.
El moreno latino, se cree
español, presume su descendencia de España, de Francia en su caso o de Italia. Otros
de Alemania, movimientos migratorios que a través de la historia la humanidad
ha realizado por hambre, guerras o por gusto.
Estuches que caminan y piensan,
comen y deciden, estuches presumidos y soberbios, estuches como cajas de
chocolate o como estuche de reloj suizo de marca de prestigio.
Al final de la vida, el estuche
se arruga, se decolora, le salen manchas y manchitas, esto último para sentirse
menos agredido por la dichosa mancha.
Estuches
que ya no corren. caminan. Que no respiran, jadean. No se puede abusar del
estuche. Presenta raspones, los goznes le suenan, las bisagras más. El interior
es un desastre. No transita bien la mercancía, pero por fuera, nos maquillamos,
vestimos, perfumamos, todo para alimentar el ego. Porque nos identificamos con
el cuerpo para poder ser.
Olvidamos, la bondad. Por
cierto, Beethoven decía que era el único símbolo de superioridad.
La compasión. Observar y en su caso
ayudar. Tarde o temprano este estuche o envoltorio, habrá que ser desechado.
Con los eventos de este año, muchos envoltorios se fueron. Amados por sus
familiares. Esos envoltorios con nombre y sentimientos. Que amaron y poseyeron.
Que, en una relación orgásmica,
se elevaron y por un pequeño instante tocaron la divinidad. Pero no se dieron
cuenta.
¿Tú
volabas?¡Yo también!
Ahora
comprendo al envoltorio, se va, enjuto, dolorido, sudoroso, le cambió el olor,
así que hay que recapitular.
Permitir, con las manos, con
los besos, con las miradas, atenciones, perdones también por qué no, que lo
arrugado vaya más liso. ¿Lo estropeado se repare un poco, tal vez de esta
manera se pueda usar nuevamente?
¡Ah que de estuches vimos,
tocamos, presumimos!
¿No?
Además, en todos los casos, la envoltura es desechada porque lo importante y bonito, está dentro.
A.R. Barrios
Veracruz. Ver. 10
de mayo de 2021