sábado, 12 de agosto de 2017

La muerte

¡Espanta, no?

Sentir la muerte, vivir la muerte aunque sea una contradicción. Es un tema que pocos platican, quisiéramos que ella, la muerte, no fuera algo obligado, pero lo es. Nadie escapa vivo de esta bola de lodo colgada de  un hilo de nada en medio del universo.


Así se fue yendo, así sin más, algo imprevisto, algo que ni se imaginaba su familia. Hasta que ocurrió.

La casa vacía y a la vez, llena de cosas, ahora sin orden, ya no está,  era quien acomodaba todo, quien organizaba la casa, quien limpiaba, quien adornaba. La muerte ya trabajó, metió el ultimo aliento en su bolsa oscura, donde lleva los últimos alientos de otros que esa misma noche se llevó.

Llegó y tocó la frente de esta mujer que hace doce meses estaba llena de vida, siempre activa, siempre ocupada en su trabajo y atender a sus hijos y esposo. Llena de sueños. deseos, pendientes por hacer que no eran suyos y que por vivir debía realizar olvidándose de si misma, mientras ese monstruo crecía dentro de ella.

El hilo se rompió...
La muerte pálida y sombría, sin rostro definido. Dicen que se muestra satisfecha al voltear y ver el cuerpo, ya sin alma, entregando el boleto sin retorno al más allá u otros universos quizá. Otra de las moradas de las muchas que el maestro Jesús mencionaba.

En una esquina, imperceptible, se balancea la tristeza, que hace cuenta de las cosas, de lo que no se pudo realizar o de lo que quedó incompleto.

La mesa vacía, silenciosa, donde antes compartía con sus hijos y amigos, era de mucha fiesta, reía, festejaba. Los trastes abandonados en la cocina, unos sucios en el fregadero, la cerámica guardada en la vitrina, las copas que ya no tendrán un próximo brindis, hoy quién les daba brillo, quién les guardaba ¡ya no está! Todo frío, inanimado y sin sentido.


Como observador pregunto: 

¿Para qué acumulamos objetos, qué es lo que realmente deseamos conservar?

Los ruidos, su sonrisa, sus carcajadas sin ser ruidosa, su voz grave, como mariposa de mil colores se ha marchado, dejando el jardín de los suyos desolado.

Este encuentro con la muerte que tal vez, nadie lo puede saber, abrirá nuevas puertas de luz, de elevación, de amor divino. ¿donde estará?¿realmente nos verá? Los espacios serán más grandes y el corazón vacío.

Cada día se irá recomponiendo para su familia.

Su música se fue, los objetos insonoros ya no vibran como ella los hacía vibrar. La directora de la orquesta se ha marchado.

¡Ven siéntate un rato!¡descansa!¡relájate!

Nada sirve, te paras y caminas, lo haces instintivo como queriendo correr tras ella y gritarle:

¡No te vayas!

En un rincón, oculta, aún está la sombría muerte, su tarea ha sido realizada.|

¿Cuando serán los días que puedan recuperar la calma? 

El sol brilla como lo hace en los días de verano sin embargo su sol se apagó.

Sentado en su sillón, el universo sigue girando, las ollas, los muebles, no tienen un orden común, él observa tolerante con las manos entrelazadas. Lanza después su furia sobre los medicamentos, que no lograron detener la partida de su amor. Y no es violencia, es dolor que no sabe como expresar.

Ahora tendrá que aprender a estar en soledad y viajar a su interior más a menudo.

Arriba, la familia y los amigos se miran confundidos, hurgan libretas, buscando teléfonos, pero nadie atina nada, unos comentan lo que se debe hacer primero, otros simulan hacer llamadas sin acertar en realidad a lo importante. Es una continuación del gesto desesperado contenido por el abandono, lo inevitable.

Transcurre el tiempo y llegada a la funeraria, las lápidas de los nichos, las flores de plástico que no se secan pero pierden su color por efecto del sol, ese que todo consume. Las frases de los que vivieron poco, de los que vivieron mucho, las cruces, las estrellas, los masones, nichos vulgares, nichos de lujo, la muerte se pasea por su territorio.

Llegan los amigos, la familia, se abrazan, buscan un rincón lejano que no hay, las platicas, la espera, alguien por ahí hace un comentario, todo insulso, de velar por 24 horas un cuerpo ya sin vida, ya sin alma. Costumbre poco practica cuando la muerte dejó su firma para toda la eternidad.

Entra el féretro, la familia se comprime, el dolor es evidente, las lagrimas son verdad, todos de pie como se debe recibir al cuerpo de un ser excepcional.

Adios cuñada, sigue siendo una fuera de serie, sigue conquistando universos, saca tu espada, guerrea con todos, lucha contra lo injusto que halles en otros planetas, regresa al hogar, buen regreso al origen.



¿Qué se siente estar muerto?

¡Lo mismo que nacer, pero al revés!

Extrañaré tu risa, tus ojos grandes, tu voz y tu manera entregada de dar, dar y dar.

A. R. Barrios


25 de junio del 2016, Veracruz, Ver.




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