LA DAMA Y EL COLIBRI
¡Buenos días! ―Balbucee
levemente, impactado con la esplendorosa belleza que tenía frente a mí.
Su vestimenta brillaba
como un ángel. Llevaba una ligera chaqueta crema sobre una blusa blanca, sus
pantalones cremas y unos zapatos altos que la hacían ver muy hermosa.
Por un momento pensé que
era un ángel moderno, en su carroza blanca de vidrios polarizados y con marca Ford.
Abrió la puerta del vehículo
y trató de sacar algo del asiento trasero tropezando levemente con el piso de
la banqueta. Las “zapatillas” eran como de 10 centímetros de tacón y hay
que tener un equilibrio bueno para andar en ellas.
Se repuso con seguridad. Tomó el portafolio que pretendía sacar del auto y cerró la puerta.
Sentado en el jardín por
la tarde, no muy tarde, el pasto verde, fresco, el aire mecía las hojas
de los árboles, el verde en su máximo esplendor.
Unas nubes blancas, muy blancas, como la mirada del ángel de la mañana, surcaban el cielo. Las abejas y avispas succionaban la miel de las flores. Los platanares mecían sus hojas gigantes como abanicos.
Las frutas del zapote, algunas en el suelo despedían su
olor y las aves felices de comer tan dulce manjar.
De repente, ágil,
batiendo sus alas, introduciendo su pico, una y otra vez, un colibrí saboreaba
el néctar de las flores, se perdía en su vuelo. Era tan rápido que apenas, en su
pequeñez, lo pude observa. Sus colores brillaban con la luz del día. Y así como
llegó desapareció.
Me puse a meditar sobre
esta visita hermosa del ave.
Dicen que los aztecas
consideraban el ver un colibrí como un aviso de un ser amado que te está
visitando, que viene decirte que ellos están bien.
También dicen que
significa algo para los humanos que luchan y se esfuerzan.
Un colibrí, jamás deja de
batir sus alas. Ese esfuerzo constante por volar, por no cejar de buscar. Símbolo
de perseverancia y de no dejarse vencer.
Esa conexión divina de la
luz, el color del arco iris, el blanco de las nubes y el blanco de su
vestimenta. Ese ángel que vi, que no sé si lo volveré a ver. Tal vez era un
espejismo dimensional que creí ver.
Aunque recuerdo sus
tobillos resaltados por el contorno del diseño de sus zapatos altos y el rubio
brillar de su cabello que casi le caía en los hombros.
Entre el colibrí y ese
ángel, la belleza se quedó en mi mente ese día. Me endulzaron la vista ambos. Alegraron
mi alma para enfrentar la vida.
Y aquí estoy y aquí sigo,
buscando cada vez entre mis letras la inspiración terrena que también es
divina.
Ella me miró…
―Buenos
días―respondió
y con un leve gesto de cabeza se despidió con una suave sonrisa segura de sí
misma. Extendió sus alas y voló para seguir soñando que algo de miel se puede
extraer de la vida.
―
¿De quién hablo? ¿De ella, el ángel de la mañana o del colibrí?
¡No lo sé!
A.R. Barrios
Veracruz, Ver.
Diciembre de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario