No hubo pista de atletismo que no pisara y conquistara. No hubo medalla que no ganara. Todas las obtuvo. Su nombre, en competencias de atletismo es conocido, es una leyenda, su don de hombre de bien lo lleva más lejos, ahora no compite con nadie, ni con nada, los años se muestran en él.
Dice que pronto se jubilará, lo merece, su narración de lo que hará con su tiempo es pausada, sin exhibicionismos, modesto. Paseará, hará viajes a la sierra de Chihuahua en el "Chepe" tal vez.
Se irá en otro viaje a las islas del Caribe de donde proceden sus ancestros, sus padres, buscando familia que dice, existe.
Hombre de pocas discusiones, de recuerdos internos sin expresar, de dar la mano si es necesario, leal amigo. No presume sus logros, era un atleta completo. No hubo nadie que le pudiera ganar.
En cierta ocasión, tuve una pelea, de esas de estudiantes, de chamacos, por cuestiones tan vanas como quitarme esta paja, y él intervino para separar la pelea, es un hombre de paz.
Me gustaría escucharle más.
La antorcha llega del mar, la trae un nadador (no recuerdo su nombre) y el primer hombre que recibe en tierra ese símbolo de los Juegos Olímpicos en 1968 es Roman Puriel, ese atleta moreno, de familia de deportistas, de gente buena, de amigos como Carlos, Toño con quien compartí jugar béisbol en la infancia, Ercilia su hermana quien también fue una gran campeona.
Escudriñar el pensamiento para escribir algo de este gran campeón y escribir algo sobre él, requiere mas tiempo, me conmueve escucharle, su sencillez y además hermano de profesión.
Un abrazo, grandes viajes, lleva tu flama, lleva tu mirada y paciencia, tus deseos se hagan realidad, conoce tus raíces, admira el planeta, es tuyo, lo conquistaste y apenas lo verás sin competir.
Espero pronto, escuchar tus narraciones de los viajes.
A.R. Barrios
- Veracruz, Ver, 25 de febrero del 2018
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