domingo, 11 de agosto de 2019

¡Y qué!

¡Y qué!
¿Que la ciudad esté vacía, sin tus huellas, sin tu perfume, sin tu mirada, sin aquello que la llenaba de ti?


¡Y qué!
¿Que mi vida haya sido un desastre, que todos mis caminos se soltaron a la confusión, que las decisiones ni siquiera tuvieron sentido, que la playa me recuerde tu nombre con cada ola que toca la orilla?

¡Y qué!
¿Que los sueños se vuelven locuras, que los deseos se apaguen mañana, que el vigor se esfume como pavesa o que las aves no hagan su nido en mi balcón?

¡Y qué!
¿Que tu rostro se haya perdido entre los millones de rostros que en mi vida observé, que lo lánguido de la tarde me recuerde a alguien y que tú ya no estés?


¡Y qué!
¿Que los años se juntan como hojas en un jardín a mediados del otoño, amarillas, marrones, que el viento las voltee o una flama las consuma hasta el final?
¿Que de tantas cosas realizadas, el balance para afuera sea desfavorable, que las voces ciegas dictaminen su sentencia? Y me griten ¡fracasado!
¿Pero sabes qué?

Que todo fue tan repentino, que abrí mis ojos y te habías ido, que cerré las puertas y estuve preso, que peleé contra gigantes poderosos que mi imaginación creaba y todo por unos besos extinguidos. Que caminé veredas y anduve caminos tan largos y extenuado ahora, mi paso se hizo manso.


Después de todo, valió vivir, experimentar, derrotarme, controlar mi ira, despertar mi pasión, después también la compasión, mirar de frente al amor y decirle: 
¡Al menos te conocí!

A.R.Barrios
Veracruz, Ver. 11 de agosto de 2019

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