jueves, 21 de octubre de 2021

GRACIAS LIDIA (MI MADRE)

        La mesa estaba puesta. Era un gran festejo . Cubiertos de plata, copas de agua, vino tinto, blanco, jerez, plato llano, hondo, de entremés, de adentro hacia afuera el orden de los cubiertos, servilleta y anillo de plata para los principales invitados, de lujo todo.

        Los invitados, uno a uno fueron llegando y la espera en la sala era obligatoria. La tía los recibía a todos, los saludos familiares de un beso en la mejilla y su abrazo respectivo.

        En la cocina, Lidia, preparaba los guisos, ensalada de camarones o camarones para pelar enormes U10 de entremés, sopa de espárragos naturales con toques leves de tocino y la sopera cerámica de lujo, arroz y frijoles en cazos de cristal templado separados, filetes de pescado rellenos de mariscos, calamares en su tinta, pulpos a la cantábrica, como plato principal.

        El postre, flan napolitano hecho en el horno, pan de rompope donado por Mariquita, delicioso, era su especialidad.

        Vino blanco para acompañar el marisco y jerez Pico Plata para abrir el apetito. Los olores llegaban a los comensales, mientras conversaban y disfrutaban del jerez. Un Marqués de Riscal asoma entre las botellas en caso de emergencia.
      
         En la cocina, todo eran prisas, la severa mirada de la tía, sus apuros.
        
        Lidia, iba de un lado a otro de la cocina, sin queja ni paga, la niña consentida de las ollas.

        Afuera la otra niña consentida, prima de Lidia en cuarto grado, la güerita y buena madre, llena de engendros, los que Dios mande, decía. Y él paquetón del marido fumaba impaciente, acabó con el tabaco de muchas plantaciones en su vida, desesperado por comer a toda prisa por largarse de ahí. Sus hermanas triponas, buenas para no hacer nada esperaban sentarse a la mesa y llenar sus abultados vientres.
La coneja y sus engendros extraños y hostiles. Nunca los escuché decir gracias.

        Mientras tanto Lidia lavaba trastos usados, platos, y su recompensa era...!¡nada!
        Años después la niña consentida de la tía, le daría trato de "los hijos de la sirvienta", la de las ollas, a los hijos de lidia. Eran sus sobrinos.
        
        ¡Racista la tía!

        Fue la expresión de un sobrino observador.
        Cierto día invitó a su casa, sin comidas especiales, el agua es cara, de su hija, con alberca. Enseñó todo, hasta su habitación y sus objetos.
        ¡Es mi virgencita de Guadalupe! Señalando una estatuilla de cerámica. Fue el comentario rematado con: la traje de mi viaje a España. Cerámica fina de tal virgen, de piel evidentemente morena.

        Su mundo de juguetería hasta los noventa años. Jamás dio golpe. La suerte le asistió.

        Con el tiempo y un marido irresponsable Lidia huyó de la pobreza a los cincuenta años a la frontera. Trabajó en una factoría de ropa en Nueva York, cruzando calles solitarias, llenas de nieve en invierno, atestadas de negros en verano. Salen de sus casas, no tienen aire acondicionado, pues hace un calor terrible
        Allá por "red hood" un barrio bajo en Brooklyn que hasta en las películas de policías lo mencionan como malo.
    Por treinta años se fajó, el gobierno le dio una pingüe pensión y regresó a su tierra, ahora vive tranquila, lejos del boato de la tía, lejos de las ollas, lejos de tanta superficialidad de los engendros groseros de la niña güerita. Son sus sobrinos.


        Los destinos diferentes. Lidia tiene en su cuarto una imagen de la Virgen, pintada en un cartón que alguien le dio, atrás dice Hecho en México.
        
        Me quedo con Lidia, gigante, valerosa, preguntona, trabajadora, sin pretensión alguna, su castillo y trono. Su casa y un sillón. ¿Su coto de caza? Las plantas.
        Su cansancio de 85 años y cuidando aún a su hija Down ahora con cáncer.

        Él amor mostrado y la calma le llegan de vez en cuando.
        ¿Has visto a mi hijo? Hace días que no viene.. Pregunta.
        
        Ya no hay comidas, mesas llenas, platos y copas de Bacará, ni cubiertos de plata, que lavar.
        Gracias Lidia.
        Te amo madre, no es tarde para expresarlo.

A. R. Barrios
Veracruz, Ver. Octubre de 2021

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