martes, 12 de octubre de 2021

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMIGOS

 

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMIGOS

Rodolfo, era mi amigo hermano, como Uds.

Una buena mañana, con su hermano Jaime y Fayo, emprendimos un viaje de fin de año. Rumbo a Mérida.

Hasta Palenque directo, visitamos las ruinas, espléndidas, vimos la Tumba de Pack al, caminamos hacia la torre, pero el Jaime asmático se sintió mal y no subió a la torre. Desde ahí se contempla la selva y las construcciones dejadas por los mayas.

Partimos por la mañana siguiente rumbo a la ciudad Blanca. Casi llegando a Uxmal una llanta reventó. El auto era nuevo de paquete, su primer viaje y cuatro jóvenes inexpertos, se asustaron.

Cambiamos la llanta y decidimos regresar.

No sabíamos que nos deparaba el destino. Pocos años después Rodolfo abriría su taller mecánico, Indi Motors, fue su pasión y de eso vivió bien honradamente.

Regresamos hasta Villahermosa y ahí en el restaurante nos encontramos con los Coutiño, habían sido compas en la prepa del tecno pero no continuaron. Tenían ranchos extensos. Vacas, cacao, caballos, les gustaba eso.

Nos invitaron a pasar navidad con ellos en su rancho. Y para allá nos fuimos. Llegamos a Pichucalco y de ahí a estación Reforma, por ahí estaba su propiedad. Lo primero fue un paseo por su rancho, montamos a caballo, cruzaron un río, algo turbulento pero los animales no se arredraron. Extensas tierras con cacao. Muy hermosos frutos verdes y amarillos, listos para el corte y después su beneficio.

Por la noche, fuimos a la posada del rancho vecino. Invitados por el dueño.

Llegamos, la guitarra con nosotros.


—A ver jarochos, canten una de su tierra, de esas con groserías—. Fue la petición del señor dueño del rancho.

Nos vinieron a vender un santo, con marco sin cristal y de madera.

Era de nogal, era de nogal el santo.

Santo cabrón, por eso pesaba tanto.

El señor Cuauhtémoc estaba muy contento, le valían madres todos los tormentos.

Pinches gachupines querían su tesoro, chinguen a su madre los que no hagan coro, la, la, la, la, la…

De repente el dueño del rancho se paró de su poltrona en medio de los trabajadores y sus familias y espetó…

—¡Largo de mi casa!¡Le están faltando al respeto!

Los Coutiño, de inmediato nos dijeron que saliéramos de ahí con todo y nuestro canto jarocho.

—¡No le gustó al tipo lo que pidió!

—¡Pinche viejo loco!, dijo un Coutiño!

—¡Si, que chingue su madre dijo el otro!

Yo tomé mi guitarra, la cubrí con mis brazos por si las dudas y nos subimos al auto con rumbo al rancho de ellos.

«¡Coño! No me comí el tamal por estar tocando la guitarra».

Los días pasaron, hacíamos fogatas, contábamos chistes y aventuras de muchachos, hasta que nos despedimos. Nunca más los volvimos a ver. Un saludo a la distancia del tiempo para ellos.

Los años transcurrieron, el taller marchaba bien, su momento de apogeo y excelente servicio de mi amigo. Hoy con un moño negro y triste sin él.

—¡Fito! ¡Mi auto no arranca! — Por el teléfono, se establecía la llamada de auxilio mecánico.

—¿Qué le pasa?

Las preguntas se sucedían hasta:

—¿Dónde estás?

Le dabas tu ubicación y él con su mecánico se trasladaba hasta donde te hallabas y te decía:

—¡Déjamelo yo me encargo si tienes que ir a otro lado!

Después, ya reparado, tú auto llegaba hasta tú casa. Un servir excelente, como pocos.

Querido Jaime, un abrazo, no te he visto. Trabajas mucho y es tiempo de parar para saludarnos y darte ese abrazo de hermanos.

Fayo se fue, un terrible accidente al bajar el puente de Morelos, donde perdió la vida por ir a buscar a su hermano Rubén.

Una mañana de octubre, si no mal recuerdo, lluviosa, piso resbaloso, sin dormir bien. Se impactó contra los cimientos del edificio de la galvanizadora y dejó la vida con menos de treinta años. Fayo siempre sonreía, su hilera de dientes eran la llave que abría cualquier camino. Nos reímos mucho juntos, un cuarteto bueno, para hermanos buenos.

Bromeábamos, perseguíamos sueños, peleamos por supuesto como hermanos, pero era más fuerte esa fraternidad. Fue forjada en las noches de fogata estrellas, caminatas por la montaña o jalando la red con los pescadores de madrugada. Comer un jurel asado en las brasas al final y después una botella de tequila barato para luego cantar hasta quedar dormidos en el pasto o dentro de la tienda de campaña.

Ahora, caminan en las playas del Creador con un circulo y un punto central, dejado en la tierra y cercanos a Dios como buenos seres humanos que son.


Ojalá merezca estar con ustedes hermanos míos cuando llegue mi momento.

Un abrazo hasta donde estén. Mientras esté aquí les extrañaré, cuando llegue con ustedes no hagan la pregunta aquella de:

—¿Por qué te demoraste?

Dedicado a mis hermanos idos Rodolfo López Salcedo y Rafael Rivera Soberano. Quedan historias por contar. ¡Claro que sí!

A.   A. R. Barrios

Veracruz, Ver. Octubre de 2021

 

2 comentarios:

  1. Gratos recuerdos de las aventuras en Monte pío, una de tantas que vivimos con Rodolfo y Rafael, pero solo se nos adelantaron, aquí los recordamos con nostalgia y mucho cariño a ambos, saludos Rafa

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  2. Esa viaje a monte pio o al cofre de Perote o a metlac o simplemente una tarde sabatina en nuestro refugio de los scouts marinos seran inolvidables para los que tuvimos el gusto de compartir con ellos un tiempo de juventud exquisito, gracias Rafa por hacerme recordar lo especial que vivimos, gracias.

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